martes, 8 de septiembre de 2009

Una tarde

Un hombre llega al umbral de una casa antigua, se ve cansado, ensimismado y agobiado, toca la puerta y una mujer le abre, le da una sonrisa forzada y lo saluda con un beso, lo toma de la mano jalándolo hacia dentro e inmediatamente cerrando la puerta de golpe, en la sala hay clima, es un ambiente agradable, se sienta y habla con ella, se ve fastidiada, pasa por su mente que tal vez algo le pasó, le gustaría saber qué, pero no se lo dice, nunca le cuenta nada es lo que más le recrimina. Nunca he batallado tanto con una mujer y aquí estoy, pensó. Ella sigue hablando, quiere algo de él y él lo comprende, saca unos billetes de su desgastada billetera y se los entrega, lo usual; en un sentido para eso es, pero el perderlo le hace sentir que nunca va a poder volver, han pasado muchos años, han pasado muchas cosas, y sigue en la mediocridad. Él continúa con un semblante severo mientras dialogan.

Cuando termina la deliberación, ella le toma la mano, lo lleva y siente que no lo conoce, pero que tiene un deber con él, una responsabilidad. Llegan a una recamara amplia, en el rincón un mueble viejo y roto y en medio de la habitación una cama con una base de madera apolillada y un colchón envuelto en sabanas anticuadas pero limpias; él se sienta en el sillón viejo, con una tonada en su cabeza, una tonada monótona que lo lleva a ensimismarse más, a pensar en su vida y como llegó hasta ahí, se odia por cada día que pasa, su mente solo piensa en volver a empezar, en tener la oportunidad.

Él se sienta en el sillón, mientras ella se quita la ropa; al verla ahí en medio, cercana a la cama, su libido comienza a realizar una transformación en él, la mira con otros ojos, su semblante ha cambiado. El se levanta y se quita la ropa, la toca como al primer amor, como si no existiera nada más, como si sus poros fueran una nueva sensación en sus yemas; y se sublima, su psique crece, sus sensaciones se incrementan, es como si fuera joven otra vez, ya no es más la misma persona que entro a la casa. Al terminar se retira de ella como si no quisiera saber nada más, justo cuando unos minutos la tocaba como si fuera lo único, lo cual ella en cierto grado ella se lo agradece, regresa al sillón, desnudo, se sienta en el y enciende un cigarrillo, ella le da una leve sonrisa con aire juguetón al verlo fumando, él le ofrece un cigarro y ella niega con la cabeza.

Se visten y antes de salir ella le planta un beso tierno en su mejilla, cerca de su boca, él sonríe. Es una persona diferente, se siente bien consigo mismo, a pesar de su supuesta mediocridad. Ella lo toma de la mano como una colegiala y lo lleva de regreso a la sala, donde se topa con otro hombre, se miran fijamente a los ojos y no puede evitar un cierto desprecio, piensa que el sentimiento es mutuo; ella habla con el otro hombre, lo toma de la mano y salen de la habitación dejándolo a él solo, con una sonrisa estúpida en el rostro y sin pensar en nada, abre la puerta de entrada y sale, al salir del umbral posa la mirada en la habitación donde hace poco hizo el amor y vuelve la mirada a la puerta pensando, regresaré la próxima semana.